Comunicando dignamente la Palabra de Dios

Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortamos y consolamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria. Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes. (1Ts 2:10-13)
Continuemos estudiando la primer carta a los tesalonicenses, donde hasta el momento nos hemos percatado del buen mensaje de la palabra por medio del apóstol Pablo y sus acompañantes, así como del efecto poderoso del verdadero evangelio en la vida de los creyentes.
En los siguientes versos que se expondrán (10-13), observaremos el comportamiento y la manera en que transmitieron el mensaje a los hermanos y cómo éstos reconocieron que no solo eran ideas humanas, sino que se trataba de la misma palabra de Dios, la cual estaba actuando en cada uno de los cristianos. Para ello, analizaremos los siguientes dos puntos:
1. La manera de transmitir el mensaje de la palabra de Dios
Primeramente leemos que estos misioneros al visitar y enseñar a los hermanos en Tesalónica se condujeron de una manera "santa, justa e irreprensible". Estas son características morales de verdaderos hijos de Dios. Al decir que actuaron de una manera "santa" significa que anduvieron con una conducta limpia, alejada de razones impuras, siempre haciendo la voluntad de Dios. Es la actitud que debemos de tener como hijos de Dios, el apóstol Pedro lo declara de la siguiente manera: "como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (1 P. 1:14-16). Asimismo comenta Pablo que anduvieron entre ellos "Justa e irreprensiblemente". Esto es, de una manera equitativa con los hermanos y sin ninguna falta. Lo que los llevó a exhortar y a animarlos de una manera fiel.
El comentarista Matthew Henry refiere que "El gran deber del evangelio es que andemos en forma digna de Dios. Debemos vivir como corresponde a los llamados con tan elevada y santa vocación". Debemos procurar brindar un ministerio de excelencia a nuestro Dios, de tal manera que le honremos.
2. La acción de la Palabra de Dios en la vida del creyente
Los tesalonicenses recibieron el mensaje del apóstol como Palabra de Dios, este es un común denominador en la iglesia del primer siglo, quienes recibían la predicación de los apóstoles como Escritura autoritativa (2 P. 3:15-16). Los profetas y apóstoles establecieron las bases de la fe cristiana, quienes hablaban el mensaje de Jesucristo siendo él "la piedra angular" (Efesios 2:20).
Fuera de las Escrituras inspiradas no existe más palabra de Dios, el testimonio en las Escrituras es suficiente para hacer la obra en la vida de cada creyente (1P. 1:3). Nuestro pasaje enseña que los hermanos tesalonicenses recibieron esa Palabra, la cual estaba actuando en ellos. Debemos entender que fuera de la palabra de Dios y la obra del Espíritu Santo no puede haber un cambio verdadero en nadie, si queremos crecer, santificarnos y madurar espiritualmente debemos estar dispuestos a estudiarla para obedecerla día a día.
En conclusión, como hijos de Dios debemos conducirnos de una manera santa y agradable a Él como portadores de Su mensaje, para que de esta manera podamos exhortar y animar a otros a obedecer dignamente a nuestro Dios. Los hermanos recibían el mensaje de los apóstoles como Palabra de Dios, puesto que sabemos que ellos tenían un ministerio especial, dicho mensaje lo encontramos en las Escrituras que es de donde debemos echar mano para predicar a otros. De igual manera debemos reconocer que la palabra de Dios es suficiente para la transformación de nuestra vida.